EL HOMBRE COMO: PERSONA
Boecio, quien vivió en el siglo vi, definió a la persona
como una “sustancia individual de naturaleza racional”. Desde
Aristóteles, la sustancia se viene definiendo como algo que es
en sí y no en otro, de lo cual inferimos que la persona en tanto
sustancia es sustento de sí misma, de todos y de cada uno de
sus actos. Como sustancia individual, se admite que la persona
no se puede dividir, sino que al ser uno, es indivisible. Como
ser racional, la persona es libre y consciente de sus actos.
Para Emmanuel Kant, el concepto de persona aparece fuertemente
asociado al de respeto, ya que éste se da en dos sentidos: como respeto
a la ley, y como respeto a la persona. En el caso del primero, consiste en
una subordinación de la voluntad, la cual tiene conciencia de que debe
acatar la ley, mientras que en el segundo caso, respeto significa tener
conciencia de que los demás seres humanos son personas y que, por esta
razón no debemos emplearlos como medios sino verlos como fines en
sí mismos. De acuerdo con Kant, las personas somos fines en sí mismos, no
medios o instrumentos para ningún otro fin, por eso bajo esta concepción
ética, no vale el lema: “el fin justifica los medios”.
Un filósofo más reciente, Emmanuel Mounier, creador de la corriente
mejor conocida como Personalismo, define a la persona a partir
de cuatro elementos:
1. Salir de sí: esto es, descentrarse, estar disponible, en una palabra,
apertura.
2. Comprender: esto es, abandonar el propio punto de vista para acoger
el del otro.
3. Asumir: como tomar sobre sí, hacerme cargo.
4. Dar: como expresión de gratuidad y generosidad.
5. Fidelidad: en el amor, en la amistad, como expresión de consecuencia y no de obsecuencia.
5. Fidelidad: en el amor, en la amistad, como expresión de consecuencia y no de obsecuencia.
Bajo este enfoque, la persona se define en función de la posesión o
no de ciertas disposiciones cognitivas y afectivas, tales como la tolerancia,
empatia, cuidado del otro, generosidad y lealtad. La persona,
de ser una sustancia individual, pasa a ser una “sustancia relacional".
La persona, desde el personalismo comunitario de Díaz,
es sustancia relacional; es realidad en sí, tal realidad en sí es de
naturaleza relacional-intercomunicada. La persona es siempre
en el marco de unas relaciones posibles entre un yo-y-tú y un
tú-y-nosotros.
Sin existir el reconocimiento explícito de la persona como sujeto con
potencialidades propias, entendida ésta como realidad de los posible, la
propia ética no sería posible, ya que para ello se requiere de un sujeto
con posibilidades del ejercicio de la libertad, no de un ser cosificado e
instrumentalizado.
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