CONCEPTO DEL AMOR
Existen muchas clases de amor al igual que diferentes concepciones del mismo, pero, el verdadero significado que interesa desde el punto de vista
ético, es el amor que profesamos a las demás personas y a nosotros
mismos, sin desconocer que el amor también se puede concebir en la
relación hombre-cosa.
A lo largo del tiempo, desde la antigüedad, diversos filósofos han dado distintas definiciones a lo que es al amor. Platón quien en sus
Diálogos El Banquete y el Fedro, se ocupó del tema con mayor profundidad, sostiene una concepción dialéctica
del amor. En tanto eros, el amor es sinónimo de creación, pero también
de carencia; en primer término es amor a la sabiduría, es conocimiento
de la belleza, pero al mismo tiempo es ausencia, es decir, capacidad de
aspiración y de deseo. En tal sentido, el amor es y no es al mismo tiempo.
Por su parte, Tomás de Aquino define
al amor como un acto genérico de la voluntad
orientado hacia el bien en general.
Según este teólogo-filósofo: “Todo el que
obra, obra por un fin. El fin es el bien que
cada uno ama y desea, por lo que resulta
manifiesto que todo agente obra cualquier
acción por algún tipo de amor” Bajo
este sentido, buscamos todo tipo de fines
porque pensamos que ese es nuestro bien,
y en esa búsqueda incesante, el fin que
buscamos es lo que uno ama. Por consiguiente,
para Tomás de Aquino, el bien y
el amor son una y la misma cosa.
Otro teólogo-filósofo como San Agustín, sostuvo
una concepción del amor cuyo significado es conveniente vincularlo
con su pensamiento teológico. Para él, existen dos tipos de
amor: el amor propio y el amor a Dios. Para San Agustín
estas dos formas de amor implican que el hombre se ama muy
poco si no ama a Dios, y si lo ama, se ama a sí mismo, de ahí que
para él sea necesario amar a Dios sobre todas las cosas, como
condición del amor propio.
Para Arthur Schopenhauer, el
amor antes que otra cosa es una pasión humana que hace posible
la perpetuación de la humanidad en el tiempo. Al respecto este autor
señala: “El fin definitivo de toda empresa amorosa, lo mismo si se inclina
a lo trágico que a lo cómico, es en realidad, entre los diversos fines de
la vida humana, el más grave e importante, y merece la profunda seriedad
con que cada uno lo persigue”.
La de Erich Fromm, ha sido una de las teorías sobre el amor que
mayor influencia ha tenido en el pensamiento contemporáneo. Esta se
centra en la “necesidad profunda” con que se enfrenta universalmente
el hombre de trascender su propia vida individual. Considera este autor
que la satisfacción plena de esta necesidad sólo se encuentra en el amor. Para Fromm, más que de una relación personal
específica entre dos, se trata de una actitud, una actividad, es decir, un
verdadero “arte” que requiere de su aprendizaje en la vida cotidiana. El
amor en tal sentido demanda el “arte de saber amar”, esto es, el aprendizaje
y desarrollo de este sentimiento y/o facultad del hombre para
amarse a sí mismo y a los demás.
El filósofo Humberto
Galimberti va a sostener una conceptualización del amor
muy diferente a la propuesta por Fromm. Para ello parte de
la tesis de que en la actualidad, el amor se ha convertido en el
único espacio en el que el individuo puede realmente expresarse
más allá de los roles que está obligado asumir en una sociedad
técnicamente organizada. Esta situación es consecuencia
del individualismo que prevalece en las sociedades actuales,
donde se ha trastocado la moral tradicional, toda vez que las
relaciones amorosas atienden centralmente a los intereses del
individuo por encima de las obligaciones categóricas de una
moral del deber que ha perdido vigencia.
Finalmente, para Finkielkraut, el amor es el“olvido de sí” para colmar
al otro, pero también, recíprocamente, es el “olvido del otro” para
satisfacer al propio yo. Cuando decimos olvido, esto no significa que se
ignore a uno de estos dos elementos, o bien, que tal olvido sea excluyeme,
sino que se hace referencia al proceso de ascensión del yo al otro
y del otro al yo.
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